Partido Revolucionario de los Trabajadores
Por la Revolución Obrera, Latinoamericana y Socialista "El deber de todo revolucionario es hacer la revolución" (Ernesto Guevara)

Imprime esta página - Tamaño de texto + / - Editorial - Octubre - Diciembre 2017

EDITORIAL Nº 78

En un contexto internacional de crisis no sólo de súper producción, sino de caída del dólar como moneda de intercambio internacional, la burguesía apela a todo tipo de maniobras para mantener su tasa de ganancia y no perder nada. Sus organismos de crédito aprietan por igual a todos los estados y pueblos. Grecia, en su momento, fue la punta de un iceberg que traería a la cola otros países en la misma situación. En este contexto asumió el gobierno de Macri, alineándose nada menos que con la burguesía financiera internacional, con sus personeros y sanguijuelas.

El endeudamiento con organismos de crédito, la constante emisión de bonos, el quite de retenciones a la soja y la minería, el aumento de las tarifas, la condonación multimillonaria a las empresas de energía y quite de las subvenciones a los servicios públicos son parte del “programa genérico” aplicado en otros países del mundo por mandato del Fondo Monetario Internacional.

La emisión constante de bonos de deuda ha enterrado la economía argentina que está, literalmente, QUEBRADA. Es entonces cuando, como representantes de las clases dominantes, los gobiernos burgueses aplican la fórmula convencional con la que pretenden salvarse: estrujar las arcas del proletariado y los pobres, hacer caer sobre nosotros todo el peso de SU crisis y sacarnos hasta lo último que puedan para pagar los INTERESES de la deuda contraída.

Si hay algo de lo que estamos seguros es de que la burguesía, como clase, no tiene salida para revolucionar las fuerzas productivas. El progreso, como meta, se ha diluido en su propio sistema basado en la sustracción de plusvalía a los trabajadores. La salud, la educación son parte del salario real, porque se sostienen con lo que nos quitan a través de impuestos y ajustes.

En este año, hasta septiembre, Macri y su gobierno han emitido deuda por 52.785 millones de dólares. El mismo día en que 100.000 personas salían a la calle contra la reforma previsional amplió la emisión de Bonos del Tesoro Nacional en pesos, con vencimiento en el 2020 (Boncer 2020), por un monto de hasta 27.350 millones de pesos. ¿Cómo pagar semejante deuda, bonos que vencen, fondos buitres e intereses a los organismos de crédito internacionales con un estado quebrado? Para Macri y sus funcionarios, la respuesta es la misma que para Macron en Francia o para Tsipras en Grecia: esquilmar a los que menos tienen.

No se le ocurre al gobierno volver a ponerle retenciones a la minería multinacional o a la soja nacional. No, claro que no. Y no porque carezcan de ideas, sino porque ésos son los intereses de la clase a la que ellos pertenecen, son intereses intocables. Para eso vinieron: a terminar el trabajo sucio, a aplicar el ajuste tarifario, achicar el estado con despidos, pulverizar los presupuestos en educación y salud, eliminar los subsidios y planes sociales de contención a los más pobres y sacarles lo más que se pueda a los que están trabajando y, a los que ganan mejores salarios, aplicarles el Impuesto a las Ganancias de manera escalofriante.

Siempre hemos sostenido que los gobiernos burgueses tienen dos maneras de gobernar: o por consenso o por represión. Y en estas condiciones económicas para trabajadores y pobres el consenso es imposible. Día a día, al achicarse nuestro poder adquisitivo, en la misma medida se achica el consenso. Eso explica la militarización que ha implementado Macri y sus CEO funcionarios. Poco a poco y con la excusa de garantizar la “seguridad” fueron ampliando a los uniformados en las calles, los barrios, las rutas. Se multiplicaron los retenes en autopistas, los chequeos en los colectivos en horarios de trabajo revisando mochilas de pasajeros, las detenciones callejeras por averiguación de antecedentes.

Y, a la vez, se apoyaron en una intensa campaña propagandística realizada por los medios de comunicación masiva, con Clarín a la cabeza y el diario La Nación como expresión ideológica más fina y acabada. Esa intensa campaña, basada en muchas mentiras y falsedades, prolifera como un martillo aplasta cabezas para conseguir sus más viles fines. A su vez, en dos años han sido maestros de vender humo, cortinas que ocultaran lo peor que nos estaba sucediendo de su mano: un endeudamiento impagable que más temprano que tarde caería sobre nuestras espaldas.

Pasó el cacareado primer semestre en que lloverían los capitales, una de las más flagrantes mentiras oficiales, con más pena que gloria. Pasaron ya cuatro semestres y recién ahora emerge a la luz de muchos que el endeudamiento tendrá un costo social canalla y lapidario. Sin embargo, las cortinas de humo les funcionaron: mantuvieron entretenidos a sus votantes con otra “lluvia”: las denuncias sobre el gobierno anterior. De escándalo en escándalo fue transcurriendo el tiempo que necesitaban de oxígeno para transformarse en el gobierno que más endeudó al país desde que se tenga memoria.

La deuda externa creció en un 20,3% y asciende a 216.351 millones de dólares. Desde Julio de 2017 hay más LEBAC que dinero en la economía argentina. Efectivamente el dinero equivalente a las Letras del Banco Central (Lebac) superan el circulante y proyectan para 2018 un stock de Lebac de 1,8 BILLONES de pesos, por lo cual el déficit cuasifiscal del banco central se elevará a más del 3% del Producto Bruto Interno. Para la mayoría de nosotros, trabajadores y pobres, todas estas cifras son casi imposibles de dimensionar, especialmente cuando todas las notas de economía están escritas en idioma “cifrado” y sólo legibles para “expertos”. Sin embargo, lo que nos pone a todos en conocimiento de que este endeudamiento nos perjudica es de fácil lectura: tanto la reforma previsional como la laboral apuntan, precisamente, al pago de la deuda contraída haciéndolo recaer no sólo en los trabajadores, sino también en los jubilados.

El segundo semestre de 2017, cuarto de mandato del actual gobierno terminará con el peor déficit comercial, el peor déficit de cuenta corriente, el peor déficit fiscal y el más grande endeudamiento en la historia de nuestro país. Ésa y no otra es la revolución de la alegría, alegría de una clase que siempre nos explotó pero que ahora, al entrar en crisis, apunta directamente contra nuestra calidad de vida para mantener sus ganancias y hacerle frente a la crisis sin perder un centavo. No son sólo medidas económicas, sino medidas y decisiones estrictamente POLÍTICAS. La economía no es una entelequia que tiene vida propia, sino el reflejo de esas decisiones basadas en una ideología expoliante, perversa y hambreadora.

Ninguna clase se suicida. La nuestra tampoco. Así como ellos están dispuestos a sobrevivir a nuestra costa y no piensan suicidarse dentro de su maldito sistema en crisis, nosotros tampoco estamos dispuestos a ponernos de rodillas. Las movilizaciones unitarias que comenzaron como repudio a la desaparición forzada de Santiago Maldonado, por un lado, fueron expresión popular de nuestra resistencia y, por otro, antesala de lo que fuimos capaces de protagonizar en este diciembre que ya termina.

Efectivamente, las movilizaciones convocadas sin previa “negociación” entre organizaciones sociales, sindicales, de izquierda, peronistas y de otras raigambres políticas, terminaron siendo convocatorias unitarias apabullantes. Corrió por nuestras filas la solidaridad para salvar a los heridos de la represión, cuidar a los viejos que protestaron por la barbarie que representa que sean ellos los que paguen primero el costo de la fiesta liberal y capitalista, sacar de las garras de la policía a todos los que se pudo salvar de ser detenidos, defender a los presos de cada una de las expresiones de repudio que hemos protagonizado especialmente desde mediados de año hacia adelante.

No, no nos unió el amor, nos unió el espanto y debemos estar bastante satisfechos de haber logrado, aún en estas condiciones, superar nuestra propia dispersión.

Como otras veces hemos dicho, los gobiernos burgueses gobiernan por consenso o por represión y los hechos represivos son fieles exponentes de que la burguesía no es capaz de apelar a ningún tipo de consenso dentro de su lógica extractiva. Con la decisión política de que seamos nosotros los que paguemos el peso de su crisis y su festival de bonos el consenso es absolutamente imposible. Así están gobernando y así pretenden seguir haciéndolo.

Primero, cuando aún no estábamos unitariamente en las calles, pretendieron montar un enemigo visible centrando la atención del público consumidor de medios masivos de comunicación burgueses sobre los mapuche, a quienes eligieron como enemigo supuestamente potencial contra “la república”. La desaparición forzada de Santiago Maldonado primero y el asesinato de Rafael Nahuel después generaron exactamente lo contrario al efecto buscado: se cayó la hipótesis del enemigo mapuche a la luz del accionar de Gendarmería en el primer caso y de la Prefectura en el segundo, todas fuerzas nacionales que responden al poder político.

El papel de la CGT y sus gordos burócratas legitimando con su silencio y su “desaparición” del escenario político favoreció al gobierno que descansó en su traición para convencerse de que podían seguir avanzando sobre nosotros sacando ventajas sobre la base de la desmovilización promovida por gran parte de los dirigentes sindicales. Sin embargo, comenzaron a escucharse otras voces, más empujadas por las bases y los trabajadores que por propia convicción, que se pusieron a la cabeza de los reclamos, tales como la CTA o la Corriente Federal de Amichetti, Palazzo y Moyano (hijo). Rememoraciones de los Programas de La Falda (1957), Huerta Grande, 1º de Mayo y hasta la CGT de los Argentinos de Agustín Tosco comenzaron a ser nuevamente evaluadas como mojones históricos a los que debe propender el movimiento obrero para hacerle frente al ajuste de Macri y su CEO gabinete. Nada es casual ni surge de la nada, sino que siempre hay detrás un proceso de acumulación que determina el accionar de algunos dirigentes.

Tanta fue la presión de las bases y el pueblo en general, tanto el rechazo generalizado que alcanzó un 70% contra la ley de reforma previsional que la CGT se vio OBLIGADA a salir de la cueva para convocar a un paro testimonial, dado que para garantizarlo no hizo absolutamente nada. Fue una medida de fuerza formal, a destiempo y denigrante que, si aún fuera posible, los dejó más expuestos y multiplicó el generalizado repudio que sienten los trabajadores contra ellos. Impresentables, como el rey, están desnudos.

Es de remarcar una situación previa a las multitudinarias movilizaciones en contra de la reforma previsional: el acuerdo entre las dos corrientes más grandes de derechos humanos, la de la izquierda nucleada en el Encuentro de Memoria, Verdad y Justicia y la del peronismo en la que se encuentran aquellos organismos que apoyaron al gobierno anterior. Como gimnasia política, como práctica, ese acuerdo que nos nucleó a todos para reclamar por Santiago Maldonado unitariamente no fue un antecedente menor: nos permitió descubrir que podemos tener una marcha en paz, sin enfrentamientos y que a la hora de reprimir somos todos iguales para las fuerzas de seguridad del enemigo. Nada más peligroso para la burguesía que el campo popular unificando reclamos. Nada mete más miedo a la clase dominante que ese tipo de expresiones populares que marcan un salto en calidad, no solamente en cantidad. Para cuando llegó el reclamo popular en contra de la reforma previsional el gobierno nos encontró con una corta experiencia acumulada de hacerlo JUNTOS.

Es verdad que aún persiste la dispersión, que no hay una dirección visible que organice y centralice los reclamos unitariamente, pero también es una verdad que todas las dirigencias son paridas al calor de la lucha colectiva. Somos partidarios de no caer en desesperaciones pequeño burguesas que aceleren un proceso que ya está en marcha, deberemos tener paciencia y generosidad para seguir construyendo esa unidad que, por ahora, es en la acción.

Por otra parte, también tenemos que tener en claro que si este gobierno tan impopular llegó hasta aquí es porque ha contado con el aval y asesoramiento del partido peronista que le ha “prestado” asesores y funcionarios y le ha regalado sus votos en el Congreso para avalar cuánta ley infame ha propuesto. Si bien el gobierno ha apelado a todo tipo de aprietes a gobernadores con la amenaza de recorte de recursos y remesas que los dejaron acorralados al punto de no tener con qué pagar los sueldos, cierto es que desde que asumió Macri el peronismo ha sido el principal socio de sus políticas de ajuste. Ni siquiera llegan a cómplices, son socios igualitarios con la misma decisión política, comparten el mismo criterio. Basta con ver lo que hacen Alicia Kirchner en Santa Cruz o Rosana Bertone en Tierra del Fuego para descubrir que la política de ajuste y represión son las mismas, como también gobernadores de otras expresiones políticas, como el Movimiento Popular Neuquino. Todos han sido cortados por la misma tijera. Todos coinciden en decidir que el ajuste caiga sobre trabajadores, jubilados y pobres. Ninguno ha sacado los pies del plato.

El partido peronista, sumergido en sus peleas intestinas de poder, marcha, así, al compás de Cambiemos, sin iniciativa política, agotadas sus expresiones populistas, enfrentados entre kirchneristas y no kirchneristas, funcionales absolutamente al partido gobernante, furgón de cola de las decisiones de un puñado de empresarios decididos a sumirnos en la pobreza.

Y nosotros NO CONFUNDIMOS dirigencia peronista con base peronista. Tenemos muy claro que trabajadores y pobres peronistas están tan desesperados como el resto: recaen sobre ellos el ajuste, los despidos, los tarifazos, los techos salariales y los recortes presupuestarios para planes sociales, educación y salud. Ésa y no otra es la razón por la cual las marchas y movilizaciones son unitarias: estamos todos atravesados por la misma desgracia, en el mismo barco, la lucha de clases es feroz y ellos no están afuera de ella, son parte activa, son víctimas de la misma política que sus dirigentes cocinan entre pasillos legislativos y comilonas entre ricos empresarios y patrones.

Siempre hemos sostenido que los despidos son violencia sobre los trabajadores, que los ajustes son violencia sobre los trabajadores, que los tarifazos son violencia sobre los trabajadores, que los recortes de planes sociales, jubilaciones y salarios son violencia sobre los trabajadores. Hemos advertido que esa sistemática violencia generará una nueva violencia. A nadie deben sorprender, entonces, que se generalice y multiplique una violencia social creciente. No se puede apagar el fuego con nafta. El gobierno está dispuesto a escalar la espiral de violencia y así lo ha expresado con la desaparición forzada de Santiago Maldonado, con el asesinato de Rafael Nahuel, con los cientos de detenidos, con los miles de procesados, con las decenas de presos políticos que acumula en sólo dos años de administración del estado burgués.

Y tanta es la violencia sembrada por el gobierno que se le escapó la tortuga: el rechazo a la reforma previsional atravesó todas las capas sociales perforando el piso de votantes cautivos de Cambiemos. Fueron muchos de esos votantes los que por miles salieron con sus cacerolas a repudiar el voto afirmativo de 128 legisladores de todo pelaje que impusieron el robo canalla a los jubilados. ¿Quién no tiene un viejo en su familia? ¿Quién no sabe cuánto necesitan para vivir nuestros viejos, cuánto para medicamentos, cuánto para pagar las escalofriantes facturas de servicios, las expensas, los alquileres y la comida? ¿Quién puede avalar semejante rapacidad ante la fiesta de unos pocos? Así, las cacerolas le marcaron al gobierno y sus socios el peligro extendido y generalizado. No es casual que el proyecto de ley de reforma laboral, previsto su tratamiento nada menos que para el día siguiente de la aprobación de la reforma previsional, haya sido, literalmente, pateado para marzo. La burguesía no es zonza: si hubiera persistido en tratar esa ley inmediatamente después de la otra hubiera puesto al país en llamas en un conflicto social cuyas consecuencias son difícilmente previsibles. Pero a pesar de que buscan “enfriar” los caldeados ánimos, marzo también es un mes conflictivo, es cuando comienzan las paritarias, los reclamos salariales docentes, el aniversario del 24 de marzo. Y si eligieron marzo es porque no pueden posponerlo, NECESITAN seguir robándonos porque han quebrado al estado. No pueden esperar más, están sin salida, desesperados y asustados.

Otro dato no menos interesante es la reacción popular a la represión: pretendieron atemorizar a las masas, someterlas por la fuerza y, lejos de lograr el objetivo de paralizarlas con el pánico, terminaron gestando la resistencia unitaria, la unidad de acción, el repudio generalizado y la pérdida de parte de su caudal electoral. Están en una encrucijada, quisieron usar el miedo como aleccionador, pero sembraron el odio y el rechazo organizado.

Nosotros seguimos pensando que en esta unidad de acción nos falta ponernos de acuerdo en algunos puntos básicos que nos fortalezcan y aglutinen con objetivos concretos que nos sirvan para avanzar. Para comenzar a ponernos de acuerdo proponemos:

  1. Ruptura de los pactos políticos, militares y económicos con el imperialismo.
  1. Hermandad latinoamericana.
  1. Defender las garantías constitucionales.
    1. Derecho al empleo, a la vivienda, a la educación y a la salud.
    2. Respeto a la libertad de expresión.
  1. Derogación de las leyes anti obreras
    1. Cese del pago de la deuda externa.
    2. Derogación de las leyes de flexibilización laboral.
    3. No a los despidos y suspensiones.
    4. Aumento salarial del 50%.
    5. Derogación del impuesto a las ganancias.
    6. Derecho al trabajo digno.
    7. Libertad de agremiación y respeto al derecho a huelga.
    8. Derogación de todos los tarifazos.
  1. No a la represión.
    1. Derogación de la Ley Antiterrorista.
    2. Cese del gatillo fácil.
    3. Desmilitarización de las fuerzas de seguridad.

Más por intuición que por otra razón, las masas han dado un paso hacia adelante y han demostrado su grado de organización a pesar de la dispersión colectiva. Todos los procesos históricos de lucha de nuestro pueblo comenzaron así. No nos cansaremos de repetir la necesidad perentoria que tenemos de gestar la unidad, de lograrla construyendo confianza, siendo GENEROSOS, amplios y solidarios. Debemos ser conscientes de que la burguesía no quiere suicidarse y que toda represión tiene un TECHO: hasta la dictadura genocida, la más sangrienta que hemos tenido, fue vulnerable a la lucha de nuestro pueblo. Hasta esos carcamanes que hoy se babean y mendigan indignos prisiones domiciliarias encontraron su techo de manos de nuestra fuerza y decisión política de terminar con su política del miedo, el hambre y el endeudamiento sin límites. Si nuestra lucha se profundiza no les quedará otra que retroceder y comenzar a buscar algunos consensos para perpetuarse. Debemos recordar esa palabrita por la que ellos pierden el sueño: gobernabilidad. Sin gobernabilidad no hay negocios posibles. Seamos, entonces, su pesadilla. Son ellos o nosotros. Lo dijimos, es muerte o es vida. No hay más opciones posibles.

Este 23 de diciembre hemos homenajeado a nuestros caídos en Monte Chingolo como cada año. Nuestro acto fue diferente a otros: atravesados como nunca por la movilización creciente, por la lucha por nuestros derechos y dignidad sentimos que estamos en la senda colectiva más honrosa para nuestros compañeros, la de levantar sus banderas, honrarlos con nuestra militancia junto con los trabajadores y pobres de este país. Por ellos entregaron sus vidas, por ellos soñaron un país justo.

Compañeros de Monte Chingolo ¡PRESENTES!

30.000 compañeros detenidos desaparecidos ¡PRESENTES!

Santiago Maldonado, Rafael Nahuel ¡PRESENTES!

Buen año de renovadas fuerzas tengamos, compañeros.

AVOMPLA.

27/12/2017

Amanda Cánepa