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ANTONIO DEL CARMEN FERNANDEZ
“Desde que nosotros estábamos en el Sindicato se tomó 16 veces la fábrica, en todo esto andaba Santucho, la gente lo apreciaba mucho, y decía que no interesaba como pensaba él, si era comunista pero venia a luchar por nosotros. Ya se deben imaginar cómo nos poníamos de contentos. Fue así que lo hicieron hablar en asambleas varias veces. Les aclaro que cuando había muchos paros la gente le decía que sería lindo dejar un jornal todos los meses para comprar armas porque con hondas ya no hacíamos nada”...
Antonio del Carmen Fernández.
Quien hacía este relato era el negrito Fernández, obrero azucarero del ingenio San José en Tucumán, fundador del PRT-ERP y dirigente sindical.
Mario Roberto Santucho, en el combatiente Nº 131, decía: “Antonio nació y se crió en el ingenio San José de Tucumán. Hijo único, trabajó desde chico para ayudar a su madre con quien afrontó todas la dificultades de las familias humildes en la sociedad capitalista. Tuvo que dejar la escuela en 2º grado, apremiado por la necesidad, y ya mayor de edad, consiguió trabajo en la fábrica azucarera San José. Durante varios años fue un trabajador más cuya única preocupación era el sostenimiento del hogar y de su madre, hasta que en 1961 fue conmovido por una oleada de huelgas azucareras. Ello, en él, despertó el interés por las cuestiones sindicales y políticas y en el ’64 fue unos de los iniciadores de la lucha por la recuperación del Sindicato de Obreros de Fábrica y de Surco, de. Ingenio San José. Ese año, la fábrica fue tomada más de 10 veces, primero por el reconocimiento de la nueva comisión, después por distintos problemas reivindicativos. Al mismo tiempo que se inició en la lucha sindical, el Negrito Fernández, como parte de un grupo de compañeros de la fábrica, tomó contacto con nuestro partido, en aquella época en periodo de formación bajo la denominación FRIP-Palabra Obrera, por el nombre de los grupos originarios. Desde su primer contacto con el marxismo-leninismo, desde los primeros cursos de iniciación política, abrazó con pasión la ideología de su clase; comprendió la necesidad de la revolución socialista y se hizo cargo de su responsabilidad como obrero de vanguardia, destacándose en la célula que se empezó a formar por su rápida y clara asimilación a los aspectos esenciales de la teoría revolucionaria y por su actitud innata a convertirla a diario en acción. Desde entonces, pese a que tenía grandes dificultades para leer, se dedicó con fervor al estudio de los clásicos, principalmente Marx y Lenin, costumbre que mantuvo con constancia en toda su vida militante. Se puede afirmar que el Negrito aprendió a leer por su propia cuenta con los textos marxistas, ayudándose pacientemente con un diccionario.”
1965/66 fueron años de vigorosas luchas proletarias y, entre ellas, las movilizaciones de los obreros azucareros tomaron importancia nacional. Antonio Fernández, Secretario Adjunto del Sindicato San José y miembro del Secretariado de la Regional de Tucumán del PRT, fue un pilar fundamental en esas enérgicas luchas. Ocupaciones de fábricas con rehenes, concentraciones, manifestaciones callejeras, acciones armadas, choques con la policía, elecciones de diputados obreros, unidad obrero-campesina, unidad obrero-estudiantil, congresos de delegados seccionales de FOTIA, asambleas populares de la Provincia, liberación de detenidos, se sucedieron y entremezclaron en años de complejas experiencias.
El cierre de dieciséis ingenios azucareros en Tucumán, entre ellos el San José, dejó sin trabajo al Negrito, en el marco de un retroceso general de la lucha proletaria y popular, derrotada por la “revolución argentina”. Su breve experiencia había enseñado a nuestro joven Partido que sólo por el camino de la revolución es posible el triunfo de la clase obrera.
A principios de 1974, fue designado para la formación de la primera Compañía de Monte del ERP. Con esta nueva responsabilidad, Antonio Fernández volvió a Tucumán. Participó del periodo de instrucción de la nueva unidad integrando su Estado Mayor hasta la toma de Acheral. Cuando la Compañía de Monte contó con un núcleo eficaz de cuadros, volvió a la ciudad de Tucumán, al Secretariado Regional, en momentos de un incipiente auge de masas en aumento. En estas circunstancias se resolvió su participación en la acción de Catamarca, que consistía en el ataque al Regimiento 17º de Infantería Aerotransportada, operación que resultó una grave derrota para las fuerzas revolucionarias. Marchó al combate con su decisión característica. Al producirse los primeros enfrentamientos con la policía, quedó aislado en territorio enemigo junto a veintiséis compañeros. De los 27 compañeros aislados, tres lograron regresar a Tucumán, algunos fueron detenidos en la ciudad de Catamarca y el resto del grupo quedó con el Negrito. Todos fueron abatidos. El cadáver del Negrito Fernández fue identificado por sus familiares…
De él rescatamos hoy su abnegación, su claridad política, la lealtad a su clase, su combatividad, su conducta proletaria, su moral revolucionaria, sus principios inclaudicables, todos ellos hasta la entrega de su propia vida por cambiar este sistema de injusticia, explotación y opresión, cuyos efectos se han agravado desde entonces.
Comisión de Homenaje permanente a los Combatientes Revolucionarios
24 de Marzo de 2006.
En enero de 1974, en una quinta de Moreno, no más de cincuenta jóvenes estábamos fundando la Juventud Guevarista. Había otros dos nombres propuestos para la organización: Juventud 22 de Agosto y Juventud Sanmartiniana. Quedó Guevarista.
Todos teníamos entre 18, 19 y 20 años. Pero había un compañero bastante más grande que nosotros que venía en nombre del Comité Central del Partido.
Luego de la votación del nombre, este compañero habló. Poco y conciso. Más o menos dijo esto: "si sos estudiante, como joven guevarista debés ser el mejor estudiante -yo defraudé: no era el mejor, pero llegué a ser presidente del Centro de Estudiantes del Mariano Acosta gracias a mi humor, mi solidaridad y popularidad, ya que también tocaba la guitarra- y continuó: si sos tornero, como joven guevarista debés ganarte el respeto de tus compañeros siendo el mejor tornero". No dijo mucho más. Luego de los fusilamientos de Catamarca, ví la foto en el diario y en los periódicos nuestros…
Quien había estado con nosotros en Moreno aquella vez era Antonio del Carmen Fernández.
Héctor Flecha Vilche.
Ex detenido político de las cárceles: U9 de La Plata, Coordinación Federal, Devoto, Sierra Chica y Caseros.
Músico.
Antonio del Carmen Fernández, el Negrito, fue uno de cientos de hombres y mujeres del Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP). Su historia es símbolo, reflejo y enseñanza de una época. Su historia es una entre miles. Su vida es crónica de una organización política que utilizó la lucha armada como herramienta en busca de un sueño.
1. El viento calcinante agitaba apenas el cañaveral. Fue un segundo. Dos siluetas invisibles, un rumor. Después, nada. Para cuando los matones de los Frías Silva volvieron a buscar con la vista movimientos sospechosos, sólo el sonido de los grillos se distinguía en la plantación. Por las dudas, se mantuvieron alertas, al menos hasta que el rumor de la movilización de cañeros avanzando del lado opuesto del ingenio, los obligó a abandonar su posición. Ya venían... Panza abajo, protegidos por la espesura, las dos siluetas invisibles murmuraban. Ya llegan, es ahora, dijo uno. El otro no dudó, prendió la molotov y, en dos movimientos, se paró y la lanzó con precisión contra el puesto de la guardia. El fuego, en la maloja reseca, explotó. Y comenzó a ganar el cañaveral. Ahora sin cuidados, Robi y el Negrito abandonaron su refugio para salir corriendo hacia la tranquera. Atrás, las lenguas de fuego invadían el ingenio San José. Atrás, los matones de los Frías Silva se dispersaban confusamente ante el ataque por la retaguardia. La multitud de cañeros aprovechó el estallido del fuego para avanzar y ocupar con fiereza el ingenio. En un rato, las siluetas invisibles se sumaban al grupo que tomaba el imperio de los Frías Silva.
Antonio Enrique del Carmen Fernández se llamaba una de las dos siluetas sigilosas que esa tarde incendiaron el cañaveral. El Negrito, le decían, y desde los ocho años se había incorporado a la zafra, dejando el colegio en segundo grado. Hijo único de doña Lucía, sirvienta de los patrones, el Negrito había sido también limpiabotas y, cuando podía, entrenaba para boxeador. Para sus compañeros del ingenio San José, fue con los años erigiéndose en una referencia de lucha durante la oleada de huelgas en la industria azucarera, a principios de los sesenta, en Tucumán. Escuchaba, en silencio y con respeto, el relato de los viejos cañeros que en los cuarenta habían protagonizado una huelga grande que duró 45 días por el cierre de unos seis ingenios, con policía, ejército y muertos incluidos. Muchos años después, cuando ya había aprendido a leer y escribir, el Negrito se encargaría de poner sobre papel los detalles del régimen de explotación extrema al que eran sometidos: "Esto es lo que recordaba la gente vieja: decían que se los trataba como animales, y que no los amparaba ninguna ley de trabajo; decían que en la fábrica se trabajaba 16 horas por día; recordaban que en un tiempo les daban de comer en bationes que tenían en la fábrica. Esto lo hacían para ganar más tiempo en la producción, decían que había que andar más rápido, también llegaron a usar el látigo. (...) En el cerco el trabajo es más duro y sacrificado. ¿Por qué? Porque los obreros tenían que levantarse más temprano para ir al surco a las dos o tres de la mañana".
"También decían que cuando un compañero quería que sus hijos aprendan a leer, los patrones trataban de desmoralizarlos, que no pierdan el tiempo, cómo lo iban a estar manteniendo, que lo lleven a trabajar con ellos al cerco; le decían los patrones: ¿acaso vos no te has criado trabajando? El día de mañana se cría y se te manda a mudar a Buenos Aires. ¿Qué remedias? Algunos les contestaban que ya que ellos no habían tenido esa suerte de aprender a leer que la tengan sus hijos para que el día de mañana sepan defenderse. Esto no le gustaba a los patrones", contaba el Negrito.
También escuchaba el Negrito el relato de los zafreros cuando se referían al "Familiar". En ese momento, bajaban la voz, cuchicheaban casi el acuerdo entre aquel monstruo que se aparecía por las noches y los patrones, que lo contrataban para sacarse de encima laburantes rebeldes: "Los patrones tenían un poder muy grande, un contrato con el 'Familiar' que era hijo del Diablo, lo que pasaba era que cuando un obrero quería organizar algo con el conjunto para protestar por las injusticias, decían que la patronal lo hacía citar a una hora determinada de la noche y los patrones agarraban, lo mataban y después la respuesta que le daban a la gente, le decían que el 'Familiar' lo había llevado porque había protestado y le faltó el respeto al patrón. De esa manera conseguían que la gente no se organizara y que tenga un pánico espantoso. Compañeros, les aclaro que la gente todavía es creyente en estas cosas, en el asunto de brujos y de demonios, en la zona montañosa. Todo esto les debe dar una idea que no era fácil organizar a los compañeros".
No era nada fácil, pero el atraso en los pagos y el cierre de ingenios en 1961 fue encendiendo los ánimos. En ese año, en el ingenio San José, se produce la primera ocupación de fábrica con toma de rehén: el administrador, "que era audaz y quiso hacerse el malo", cuenta el Negrito. "Le explicaron los compañeros que se terminaron las épocas del 'Familiar' y que estábamos dispuestos a todo si no pagaban. San José salió al otro día en el diario con letras grandes". El conflicto fue un triunfo para los obreros, la patronal reconoció los días de huelga, pagó sueldos atrasados y se comprometió a no tomar represalias contra los huelguistas. Por entonces, la presión de los trabajadores terminó por recuperar la Federación Obrera Tucumana de la Industria del Azúcar (FOTIA), donde se impuso una dirección combativa. Desde la FOTIA se fue radicalizando el plan de lucha, con Leandro Fote como el dirigente más destacado de la nueva conducción. En una de aquellas reuniones en el sindicato, el Negrito, ahora secretario adjunto del ingenio San José, separó a Fote y lo enfrentó con sus dudas y los rumores que la gente contaba sobre su militancia: "Nos apartamos con Leandro y yo le pregunto si era verdad que era comunista; se sorprendió, titubeó un poco y me dijo que no. ¿Y cómo la gente dice que vos sos comunista? Y entonces le agregué si porque lo habían metido preso, y le dije, bueno, quedate tranquilo ya veo que me tenés desconfianza; no tengas miedo, presentame esa gente y que me explique la política y el sindicalismo porque yo no sé ni mierda, hermano. Después me dice: Sí, te voy a presentar"
2. La tormenta se asoma, amenazante, y potencia la infinita sensación de pequeñez del bote a medio camino, en mitad del río. Las islas Lechiguanas, al norte del Delta del Paraná, todavía no dejan ver sus bordes por la bruma espesa, y el bote se bambolea peligrosamente. A bordo, un hombre consulta sus notas, mitad ansioso y mitad sereno por llegar a destino. ¿Sabe Benjamín a quién transporta en su bote rumbo a las islas esa madrugada? ¿Sabe algo de ese hombre que consulta sus notas con los primeros rayos de luz, vestido humildemente, morocho, silencioso? ¿Sabe Benjamín que será un revolucionario respetado y admirado, seguido y perseguido, desaparecido y demonizado, y olvidado por la noche de los tiempos?
Sabe, eso sí, que su pasajero forma parte de la dirección de un joven partido, que lo espera una importante reunión (el V Congreso, sabe) a realizarse en el ranchito de un viejo anarquista, un ermitaño, único habitante de las Lechiguanas.
No sabe que su pasajero, apenas unos meses atrás en el tiempo, en la soledad de su celda, escribió: "Una tarde,/ rodeado de la verde claridad de tu paisaje,/ atravesada mi delgada corteza/ por el estridente desafío de tu líder,/ fortalecido en mi entrega/ ante la abnegada presencia de mis hermanos/ heroicos partícipes de tu sufrimiento,/ con mi roja savia/ calentándose en el apretado brazo/ del informe coloso/ que te calcina y te fecunda,/ descubrí mis entrañas,/ supe que tu rebeldía me pertenece,/ aprendí que mis fibras/ -como el estirado cuero de tu voz-/ sólo se satisfacen y trascienden/ con el rítmico golpear/ que en el nombre del futuro/ reclama la lucha por tu liberación".
3. El clima seguía caldeado en Tucumán y crecía la resistencia ante nuevos despidos en los ingenios. Al mismo tiempo, se multiplicaba la influencia de la FOTIA entre los trabajadores. Cada toma de fábrica, cada movilización, cada paro, integraba también el problema de la autodefensa ante la represión que convocaba la patronal. "Les aclaro que la gente llevaba piedras y palos, machetes y cuchillos de pelar caña. Tomamos la fábrica, la patronal al principio nos apunta y al ver que toda la gente avanzaba y que los soldados y la policía no querían tirar, también se cagaron de miedo, subieron a los autos y se fueron", recuerda el Negrito.
Entre aquella multitud de cañeros, la figura de un morocho santiagueño de voz tenue y nariz aguileña no llamaba la atención. Trabajaba, desde hacía algún tiempo, en la contaduría del sindicato del San José y conocía a todos los dirigentes de la FOTIA. Era uno más en las tomas y en las huelgas, pero se distinguía del resto cuando había que enfrentar a los matones de la patronal. Decidido, iba al frente en las acciones de sabotaje. Aportaba propuestas, guardaba silencio para escuchar a los obreros de la zafra, hablaba en voz baja, pero con una firmeza poco habitual. Con los días de conflicto, acompañaba al Negrito Fernández a todos lados, y la gente lo escuchaba. Traía siempre consigo el periódico Norte Revolucionario, y en la intimidad reconocía su pertenencia al Frente Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP), con cierta presencia en Santiago del Estero, Chaco, Salta y Tucumán.
Se llamaba Mario Roberto Santucho, o Robi a secas
Por entonces, el FRIP había cerrado un acuerdo con el grupo trotskista Palabra Obrera para conformar el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Robi y otros compañeros del PRT se ocuparon de instalar una escuela en el sindicato para los hijos de los obreros, con lo cual estrecharon relaciones con las familias y no había bautismo, casamiento o cumpleaños al que no fueran invitados por la gente de la zona. También aportaron sus conocimientos para alfabetizar a varios dirigentes de la FOTIA, y el Negrito Fernández fue uno de los primeros en aprender a leer y escribir en esos cursos que daba Santucho en el sindicato.
A bordo de una motoneta desgastada o en colectivo, bajo el sol calcinante, Robi y el Negrito recorrían diariamente los ingenios para intentar unificar la lucha. Aparecían por todos lados: "Con respecto a los que nos dijeron que somos comunistas, les preguntamos si ellos querían alguna vez tener todas las comodidades, trabajar, que se los respete como hombres, que se les pague al día y que puedan mandar a sus hijos a las escuelas o a la Universidad como mandan a sus hijos los patrones, y les preguntamos si ellos estaban de acuerdo con lo que dijimos y nos contestaron que sí. Entonces aprovechamos y les dijimos: si piensan así también es que son comunistas. Alguna gente nos dice que si somos comunistas no les interesaba, que digan lo que quieran pero peor es ser vende obrero y alcahuete o policía; nosotros dijimos que preferíamos que nos digan comunistas pero menos capitalistas chupasangre", anotaba después el Negrito, integrado ya a la vida partidaria del PRT por medio de la influencia decisiva de Santucho.
En una carta dirigida a su hermano Julio, Robi reconocería los avances de su joven partido y, también, el desarrollo de su propia conciencia política a partir de la intervención en el conflicto azucarero: "Nuestro trabajo entre los obreros en fábricas, barrios, obrajes, aserraderos, y entre los agricultores, nos va obligando a consultar la teoría, lo que dice la filosofía sobre el hombre, sobre la enajenación, sobre las limitaciones del hombre y los caminos sobre su liberación, y así viendo la realidad, conversando sobre ella, intercambiando experiencias entre todos los compañeros, (...) vamos comprendiendo el camino por el que encontraremos la salida. Ese camino sabemos que es la revolución".
"Desde que nosotros estábamos en el Sindicato se tomó 16 veces la fábrica, en todo eso andaba Santucho, la gente lo apreciaba mucho, y decía que no interesaba cómo pensaba él, si era comunista pero venía a luchar por nosotros. Ya se deben imaginar cómo nos poníamos contentos. Fue así que lo hicieron hablar en asamblea varias veces. Les aclaro que cuando había muchos paros la gente decía que sería lindo dejar un jornal todos los meses para comprar armas porque con hondas ya no hacíamos nada...", comentaría el Negrito.
Desde entonces, para Santucho el papel del proletariado azucarero en la lucha sería el de vanguardia de la clase obrera, cada vez mejor organizado y con mayor conciencia. Sin embargo, los cañeros padecerían un golpe devastador con la dictadura de Onganía: el cierre de once ingenios, que suponía la destrucción de la economía provincial. La ola de protestas se hizo incontenible. El 12 de enero de 1967 será una fecha clave para la historia de Santucho y del PRT, el día en que quedará más clara que nunca la necesidad de superar la lucha reivindicativa por la política y asumir, de una vez por todas, que la revolución no podía dejar de contar con una respuesta armada ante las fuerzas de la represión. Ese día, como parte del Plan de Lucha Azucarero Nacional, la FOTIA convocó a una multitudinaria marcha en Bella Vista. El enfrentamiento fue inevitable. Los obreros, con hondas y molotovs, chocaron con fuerzas policiales desbordadas por la multitud. En pleno retroceso, la policía disparó balas de plomo contra la manifestación y asesinó a Hilda Guerrero de Molina. "Al día siguiente, en el Ingenio San José, el ambiente entre los obreros es de satisfacción por la enérgica actitud asumida y plantean reiteradamente a los militantes del partido que hay que armarse, conseguir ametralladoras e ir a la lucha a muerte contra la dictadura. Esta conclusión se estaba generalizando a esta altura entre los trabajadores azucareros y amplios sectores de la vanguardia obrera de todo el país", explicará Santucho más tarde.
Y el PRT no hará oídos sordos al reclamo de los obreros tucumanos
4. "El planteo de la lucha armada irrumpe en el PRT, no a través de estudiantes e intelectuales revolucionarios influidos por la experiencia revolucionaria de otros países. Surge de la experiencia directa de las masas obreras argentinas y es incorporado al partido por su vanguardia, que ha recorrido previamente el camino de la lucha pacífica (...) hasta que, cerradas todas las posibilidades con la asunción de Onganía, se orienta correctamente hacia la guerra revolucionaria", dice aquel hombre enigmático. El mismo que un día antes surcó la bruma del Paraná, revisando sus notas, en silencio, en la madrugada. Ahora lo escucha un auditorio de cuarenta jóvenes. Ahora, su voz suave, casi un susurro, viene a traer la tormenta.
Los diarios dicen el Che, dicen Cordobazo, dicen dictadura, dicen resistencia. En aquel rancho solitario en las Lechiguanas, esa voz dice tempestad, dice rebeldía, dice socialismo. Dice, también, revolución. La misma voz explica que un ejército revolucionario "es el brazo armado del que se sirve el pueblo contra el ejército burgués", y que "en la guerra revolucionaria, el partido manda al fusil". Su voz conmueve en la tensa calma de una reunión que parece destinada a quedar en la historia de los pueblos.
5. Callado, introvertido, frecuentemente inhibido ante compañeros de una mayor formación, el Negrito Fernández se había ganado su lugar en el Comité Central a partir de su experiencia de lucha durante la crisis azucarera. Se convirtió también, de algún modo y a su pesar, en el modelo del proletario para la propia organización. Se trataba del compañero que sintetizaba todo lo opuesto al intelectual pequeño burgués, charlatán y pedante, que el PRT rechazaba con todas sus fuerzas hasta el extremo de alimentar un sostenido prejuicio contra cualquier actitud considerada "intelectual". Prejuicio acompañado también por cierta idealización del obrero como propietario de todas las virtudes revolucionarias casi por naturaleza. Esos prejuicios que imponían el "hacer" como antítesis de cualquier otra propuesta que no contara con la práctica como método, recorrían la superficie del partido y también su dirección. Durante una jornada de estudio de la teoría marxista a cargo de Santucho, cuando cada militante dudaba antes de preguntar demasiado durante la lectura de Hegel para no generar sospechas de pretensiones "intelectuales", el Negrito Fernández era quien se manejaba con menor nivel de prejuicio en este sentido: preguntaba siempre desde su curiosidad y desde sus ganas de aprender. "El Negrito vivía siempre como en una tensión, muy serio, y tenía una pasión por aprender. Sabía que la teoría tenía una importancia muy grande, y escuchaba mucho a los compañeros que tenían mayor formación intelectual dentro del partido. Siempre andaba con un libro abajo del brazo, y no andaba con chiquitas: siempre con un clásico del marxismo. Lo estudiaba mucho tiempo. Me acuerdo que le había interesado mucho un texto de Marx, Salario, precio y ganancia, y lo conocía al dedillo. Se ve que lo había impresionado en sus tiempos de obrero", nos comenta hoy Luis Mattini.
Santucho escribiría tiempo después, en un editorial de El combatiente, que el Negrito Fernández "pese a que tenía grandes dificultades para leer, se dedicó con fervor al estudio de los clásicos, principalmente Marx y Lenin, costumbre que mantuvo con constancia en toda su vida militante. Se puede afirmar que el Negrito aprendió a leer por su propia cuenta con los textos marxistas, ayudándose pacientemente con un diccionario".
Decidido para actuar, cálido y efusivo cuando se encontraba con algún compañero, el Negrito a la vez era muy parco y se hacía extremadamente difícil conversar con él sobre temas ajenos a la militancia: "Algo lo marcaba mucho, era un tipo que sólo podía hablar de cosas serias. Nunca lo ibas a escuchar hablando de bueyes perdidos", recuerda Mattini, con quien durante un tiempo compartió la responsabilidad de la parte sindical en la dirección del PRT-ERP.
El Negrito había formado parte del primer grupo de militantes que intentó liberar a Robi de su detención en la comisaría de Villa Quinteros en Tucumán, antes del V Congreso del PRT. El plan de rescate fracasó porque, mientras los compañeros se disponían a saltar una tapia, de madrugada, una jauría de perros comenzó a seguirlos y a denunciar su presencia. El grupo se retiró para evitar sospechas, pero de todos modos a Santucho lo trasladaron a la cárcel de Villa Urquiza. "Nos corrieron los perros, ni siquiera la policía", reconocería muchos años después Enrique Gorriarán Merlo, también parte de la operación. El Negrito Fernández intervino también directamente en el frustrado secuestro del ex jefe del Ejército, Julio Alsogaray, a fines de 1969. Como el militar se manejaba sin custodia, el Negrito lo abordó y, recurriendo a su pasado como boxeador, le pegó una trompada en plena calle que lo dejó groggy. Otro compañero lo subió al auto y, cuando le explicaban su condición de detenido por el PRT, el militar zafó a los empujones y se escapó del coche de sus captores.
Sin embargo, su principal aporte al PRT-ERP entonces fue su trabajo de masas, su extraordinaria capacidad para vincularse con otros trabajadores en distintos lugares del país. "La adopción de correctos criterios proletarios de construcción, la elaboración de una línea de masas, fundamentales avances de nuestro Partido en ese período, se deben en gran parte a sus constantes aportes", reconocería Santucho.
A principios de 1972, el Negrito y Jorge Molina caen presos durante un allanamiento, donde además es herido en una pierna En julio de ese mismo año, un cronista de La Opinión dejó registro de su alegato en el juicio oral: "Yo rendiré cuentas a mis compañeros. Ante este tribunal lo único que puedo decir es que fui torturado durante tres días. No me arrepiento de nada, me siento orgulloso de ser un trabajador. El que sabe lo que hay que hacer y no lo hace está más muerto que nuestros compañeros caídos. ¡A vencer o morir por la Argentina! ¡Viva el Che Guevara!". Acto seguido, el juez tuvo de desalojar la sala.
Ya en la cárcel, aislado de sus compañeros, el Negrito se abocó a profundizar su estudio teórico y también a esbozar lo que después se conocería como "Informe sobre el problema azucarero". De extraordinario valor testimonial sobre la explotación de los cañeros y la radicalización de la lucha en Tucumán, el manuscrito circuló por el penal, hasta que un compañero lo acercó al PRT. El Negrito saldría en libertad el 25 de mayo de 1973 a partir de la presión popular por la liberación de los presos políticos.
6. "Todo el Partido debe grabarse con letras de fuego el principio revolucionario de que no se puede destruir el capitalismo sin 'audacia y más audacia', que una de las características más esenciales de un revolucionario es su decisión, que un revolucionario es un hombre de acción", escribe a mano, sin vacilaciones, apartado del resto en un rincón. Y anota: "El Ejército Revolucionario debe desarrollarse de lo pequeño a lo grande, de las acciones más simples a las más complejas, procurando la ligazón permanente con las masas, templando seriamente nuestras fuerzas y educando en mil acciones a nuestros destacamentos armados"... De algún lado lo llaman. Esa mañana, en una deshabitada isla del río Paraná, está por comenzar el V Congreso del PRT. Robi camina rumbo al ranchito con sus apuntes en el bolsillo. Ve caras conocidas y también algunas nuevas. Antes de entrar, levanta la mirada al cielo. Miente el cielo despejado, lo sabe Robi. Miente. Se avecina la tormenta.
7. De regreso de un breve viaje a Cuba, el Negrito se suma al nuevo buró político, antes de partir a Tucumán.
A partir de entonces participa de la primera formación de la Compañía de Monte "Ramón Rosa Jiménez", con la tarea de iniciar el reconocimiento del terreno para asentar la guerrilla rural del ERP en la cadena montañosa a lo largo de la ruta 38, en los departamentos de Famaillá y Monteros. La presencia del Negrito en este proyecto fue determinante: conocido como dirigente por gran parte de los trabajadores tucumanos, las puertas de los campesinos en el monte se abrían a su paso. "El que más llegaba a la gente era el Negrito Fernández; yo siempre iba junto con él, aprendiendo y entablando también vínculos con los campesinos", recuerda Gorriarán Merlo, quien relata a continuación la llegada de la expedición a uno de los ranchos, al oeste de El Cadillal: "Nos presentamos, saludamos a los padres y nos sentamos en una especie de galería. En la casa había cuatro o cinco niños que se pararon delante nuestro, con la cabeza gacha y con las manitos como si estuvieran rezando. Yo me sorprendí, no sabía qué hacer, hasta que vi al Negrito, que le tomaba la cabeza a uno de ellos y le decía: 'Que Dios te bendiga'. Estaban pidiendo la bendición. Yo hice lo mismo que el Negrito; siempre pienso que si no hubiese ido con él, no hubiera sabido qué hacer". De hecho y a partir de su influencia con la gente, el ERP interviene para exigir el cese de una mecánica que intermediarios comerciales aprovechaban para estafar a los campesinos.
A principios de 1974, bajo el control directo de Santucho, unos 40 combatientes integran la formación que se ejercita en el monte tucumano, a la espera de órdenes para entrar en combate. Se impone en la compañía una férrea disciplina y un obligado estudio político mientras se acerca la hora de entrar en acción. Detectado el grupo de combatientes en la zona serrana de Rodeo Viejo y adelantando los plazos previstos, Santucho decide pasar a la ofensiva y ocupar la localidad de Acheral. El 30 de mayo de 1974, comisaría, central telefónica, estación ferroviaria y rutas de acceso son controladas por la guerrilla en su primera operación de "propaganda armada". La noticia recorrió el país. Para proteger su trabajo de masas, el Negrito Fernández no tomaría parte de la acción, detalle que generaría, más adelante, una discusión con el propio Santucho sobre el lugar más adecuado para desarrollar su trabajo político.
Para Robi, el Negrito Fernández debía permanecer en la dirección del PRT-ERP como un garantía de "peso de clase", desde donde desarrollar la formación de cuadros dirigentes en la estructura regional, de manera independiente a la actividad de la guerrilla rural. Luis Mattini explica en Hombres y Mujeres del PRT-ERP que el Negrito "se opuso firmemente diciendo que su lugar estaba en la Compañía de Monte, pues la misma 'carecía de compañeros de la zona' y él se había preparado para eso. Insistía en que en el secretariado regional o en el mismo buró político podría ser reemplazado por muchos militantes; en cambio pocos podían ocupar su lugar arriba". Finalmente, Fernández le ganó la pulseada a Santucho y fue designado como "responsable político" de la Compañía.
En agosto de ese mismo año, ya muerto Perón, la dirección del PRT-ERP había planificado una operación militar sobre el Regimiento 17 de Infantería Aerotransportada, en Catamarca, para obtener armamento y sacudir el escenario político con una demostración de fuerza. El Negrito iría a la cabeza, trasladando la Compañía desde el campamento de La Horqueta, en Tucumán.
La guerrilla partió en un micro con 47 combatientes hasta detenerse en un camino poco transitado, nueve kilómetros al norte de la capital catamarqueña. Pocas horas antes del inicio de la operación, la guardia guerrillera comete un error decisivo: no detiene a un par de lugareños que pasan en bicicleta, espectadores casuales de los preparativos. Luego de unos minutos de marcha, los testigos se cruzan con un oficial de policía, a quien alertan sobre la situación Hacia la zona del campamento se dirigen cuatro patrulleros y, en segundos, la balacera rompe la madrugada. Los policías son reducidos pero, descubierta ya la operación, el mando del ERP ordena la retirada.
Desordenadamente, un grupo se repliega a bordo de los patrulleros con rumbo a Tucumán. A mitad del recorrido, se cruzan con otra pinza policial, pero siguen adelante hasta llegar a salvo a la base. Pero otro grupo de 27 guerrilleros, queda aislado y enfila hacia los cerros. En este grupo va, herido, el Negrito Fernández. La falta de conocimiento de la geografía de la zona resulta determinante en la retirada: la escasa vegetación los obliga a escapar casi a la descubierta. Tres aviones, un helicóptero, y todas las fuerzas militares y policiales salen a la caza de los guerrilleros. Nueve de ellos son apresados el día siguiente, pero la búsqueda sigue. A 3 kilómetros de Capilla del Rosario, el lunes 12 de agosto, el grupo de la Compañía de Monte es cercado por las fuerzas represivas. El enfrentamiento continúa hasta que la guerrilla agota sus municiones. El Negrito Fernández es, entonces, el encargado de negociar la rendición de sus compañeros, 16 en total.
El Ejército los fusiló a todos.
La criminal respuesta marcó un punto de inflexión en la política terrorista que se expandiría desde el Estado a partir de entonces. Los fusilamientos en Trelew y Capilla del Rosario marcaron el inicio de una cacería sin tregua por parte de las Fuerzas Armadas.
Entre los fusilados estaba el Negrito, Antonio del Carmen Fernández.
8. Sentado en el cordón de la vereda, el Polaco escuchaba el bombardeo determinista de su acompañante. El otro, con las manos en el bolsillo, respondía furibundo las ironías del Polaco. A fines de los cincuenta, Witold Gombrowicz escuchaba la voz suave de un pibe de 21 años defendiendo la revolución cubana como símbolo del despertar de América Latina en contrapunto con la decadencia burguesa de la vieja Europa, la sangre de los pueblos oprimidos recorriendo las venas de un continente en llamas...
Palabras, provocaba el Polaco, al que nadie le creía en Santiago del Estero su condición de intelectual de renombre en el exilio. "Andá... ¿qué vas a ser vos?", le decía el irreverente pibe, en aquella noche santiagueña. Era el séptimo hijo varón de los Santucho, y el que más llamó la atención del Polaco: "Es un muchacho color subido, cabellera negra ala de cuervo, piel aceite ladrillo, boca color tomate, dentadura de astuto soñador, dulce y terco... ¿qué porcentaje tendrá de indio?Yalgo más todavía, algo importante, es un soldado nato. Sirve para el fusil, las trincheras, el caballo".
Esa noche, sentado en el cordón de la vereda, el Polaco guardó en su memoria la imagen de esa áspera conversación, repleta de ironías y de reproches, entre un escritor europeo que nadie conocía en esa tierra, y un pibe que, por todos lados, andaba repleto de futuro: "Su realidad está llena de quimeras, es digna, por tanto, de conmiseración. Sin embargo, su mano posee el don de transformar las quimeras en realidad, es capaz de crear los hechos. Irrealidad, entonces, por parte de la cabeza, y realidad, por parte de la mano... y la seriedad por un solo lado..."
9. "Cuando él vivía ante el surgimiento de un obrero de fábrica de grandes cualidades revolucionarias- acostumbrábamos a decir para definirlo: 'Es como el Negrito'. Hoy, debemos decir que una de nuestras mayores satisfacciones será encontrarnos con esa clase de compañeros, porque veremos en ellos la garantía de que las tradiciones proletarias de nuestro Partido nunca se perderán y que en consecuencia el PRT sabrá llevar al triunfo en nuestra Patria la revolución socialista por la que el Negrito luchó y murió", escribió un conmovido Santucho, para finalizar su editorial del 21 de agosto de 1974.
Pocas personas influyeron más en la vida política de Santucho que el Negrito Fernández. La confianza y amistad entre dos compañeros, cimentada desde aquellos agitados días de la huelga azucarera, será un elemento destacado también por Mattini: "Robi escuchaba mucho al Negrito. Siempre decía que el Negrito tenía olfato, instinto de clase, esto de semblantear con la experiencia que te dan los golpes de la vida. Se movía muy por la piel, y tenía muy arraigada la idea que la revolución era un fenómeno de masas y no de élite, y que había que hablar con la gente, y ese fue su mejor aporte"
Más de una vez, Santucho mencionaba al Negrito para ejemplificar una forma de hacer política con "el espíritu de ir hacia las masas, de confiar en las masas, de aprender de las masas, de recurrir siempre a las masas para solucionar los problemas de la construcción revolucionaria". Y durante una reunión narraba una anécdota como ejemplo: en los últimos días de entrenamiento de la guerrilla rural en el monte tucumano, Robi, el Negrito y otro compañero realizaban un rodeo para eludir un cerco policial que los perseguía. Pero extraviaron el rumbo y anduvieron más de tres días desorientados. Cansados y hambrientos, llegaron a una bifurcación en el sendero. De un lado, hacia el oeste, el monte, la protección de la naturaleza. Del otro, a menos de medio kilómetro, la casa de un campesino. Santucho duda en aquel momento. El tercer compañero propone seguir la marcha hasta el refugio de la montaña. Pero el Negrito, sin la más mínima vacilación, dice: "Vamos a la casa del campesino". Fueron a hablar con el campesino, que los recibió, los protegió de la policía y les indicó el camino.
A ese elemento intangible, Mario Roberto Santucho definía como "instinto de clase".
Hugo Montero.
Revista Sudestada Nº 55 – Diciembre de 2006.
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